Lenguas perdidas de la brujería mediterránea: un atlas sonoro I



I. La lengua como talismán

''El mundo no está hecho de átomos. Está hecho de historias''- Muriel Rukeyser 

Las prácticas de brujería en la cuenca mediterránea han estado ligadas, desde sus orígenes, no solo a gestos rituales o a materias simbólicas (sal, sangre, aceite, ceniza), sino a la palabra como cuerpo operante. No a la palabra escrita, domesticada por códices y gramáticas, sino a la palabra dicha: sonora, performativa, cargada de intención, timbre y ritmo.

Hablar, en este contexto, no era informar. Era hacer. Y lo que se decía, se decía no solo por su significado —que muchas veces se perdía—, sino por su carga vibratoria. El conjuro era sonido. La lengua era talismán.

En las tradiciones mágicas transmitidas por vía oral —como lo fueron las de la mayor parte de las brujas perseguidas entre el siglo XIII y el XIX en Europa— el lenguaje no es simplemente instrumento, sino forma de inscripción vibratoria en el tejido del mundo. Decir algo “como se debe” implicaba usar la lengua correcta, en el momento correcto, con el tono preciso. Un error fonético podía inutilizar un encantamiento. Un silencio mal colocado, romper un exorcismo.

❖ Lenguas como llaves

En Sicilia, por ejemplo, se conservan aún fragmentos de priare —fórmulas susurradas por comadres y curanderas— que se recitaban exclusivamente en dialecto local, nunca en italiano, y menos aún en latín eclesiástico. Las brujas sardas, según documenta la antropóloga Clara Gallini, murmuraban a veces en lenguas de esclavas africanas integradas al mundo insular. En Andalucía, el uso del caló y del andalusí tardío en rituales de protección y “rompimiento” fue habitual entre gitanas y moriscas, aunque la mayoría de estas expresiones desaparecieron tras la represión inquisitorial.

La bruja no necesitaba hablar muchas lenguas: necesitaba hablar la que abría la puerta.
Y a veces esa lengua no se entendía, pero se obedecía.

❖ Más allá del contenido: la forma

Las fórmulas mágicas medievales recogidas en grimorios latinos como el Liber Juratus o el Picatrix evidencian el uso de palabras sin traducción posible, muchas veces atribuidas a una lengua arcana —como el hebreo mal pronunciado o un griego litúrgico fragmentado—, que en realidad respondían a una lógica más antigua: la de la sonoridad sagrada. Lo importante no era lo que decían, sino cómo vibraban.

Así, la brujería mediterránea se inscribe en una historia oculta de fonéticas. Una historia que no está en los textos, sino en las gargantas.

Como escribe María-Milagros Rivera:

''Lo más importante del lenguaje no es la comunicación, sino la relación. Hablar es establecer un vínculo entre cuerpos. Por eso las mujeres- expulsadas del Logos- crearon otras formas de lengua: Más secretas, más vitales, más exactas.''

(La diferencia sexual en la historia) 

Cuando una mujer pronunciaba un conjuro en mallorquín antiguo, no estaba “rescatando el patrimonio lingüístico”, sino activando una forma de vínculo ancestral que escapaba al dominio de lo legible. Cuando una judía sefardí murmuraba en ladino a las plantas de su huerto para curar, no usaba una lengua muerta, sino un organismo vivo capaz de obedecer órdenes.

Porque en magia, la lengua es talismán solo si está encarnada. No basta decir: hay que decir como si la boca fuese un altar.

Nhémesish

“No busco aprobación, solo revolución.

Alquimista Encarnada · Especialista en Misticismo Experimental

Investigadora de Deidades Marginales · Portadora del Filo

Fundadora de Arcane Domus


Este es solo el primer fragmento del mapa. Las siguientes voces ya tiemblan bajo la tierra. Si algo en ti vibró distinto al leer esto, tal vez estés más cerca de lo que crees. El taller oculto Atlas Sonoro de la Brujería Encarnada está en marcha.


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