Cuando el útero sangra y el mundo calla: la cara oculta de la espiritualidad de bienestar


El útero recuerda lo que la espiritualidad de bienestar prefiere olvidar.
Este artículo no es para todas. Es para las que sangraron fuera de fase, para las que perdieron sin nombre, para las que no caben en el calendario lunar de la señora Gray. Si no te mencionan, si te callan, si te limpian del mapa emocional, este texto es tu rito. Y es también una ruptura: con el silencio, con el marketing suave, con las túnicas que no manchan.
Aquí empieza lo que no quieren que digas.


La luna que no cabe en la rueda de Gray.  

🜃 Madres no nominadas: el aborto en el limbo de la espiritualidad de bienestar

Cuando el útero sangra, pero no cotiza en la rueda lunar.

I. Cuando el útero sangra y el mundo calla

En el altar de lo femenino domesticado, todo tiene lugar siempre que venga envuelto en luz tenue, aceites esenciales y frases que quepan en una libreta de gratitud. Se bendice la sangre cíclica —la que llega puntual, la que sigue la rueda—, pero la sangre rota, la sangre interrumpida, la sangre que perdió un hijo, esa, no se menciona.
En el sistema de espiritualidad femenina que promueven figuras como Miranda Gray, lo salvaje queda fuera del marco. La maternidad rota no tiene fase lunar. No tiene arquetipo. No tiene fase en la espiral. Se excluye como se barre un charco fuera del círculo ritual.

II. La omisión que arde

Miranda Gray construyó una rueda de estaciones internas —creatividad, introspección, expresividad, descanso—, pulcra y coreografiada, como un calendario de bienestar. Lo que no fluye con ritmo, lo que sangra sin permiso, lo que duele sin belleza, simplemente no entra en el PowerPoint del taller.
La espiritualidad que vende Gray es una espiritualidad de boutique: limpia, envolvente, y con instrucciones en PDF. No hay lugar para el desgarro. No hay módulo sobre cómo parir una criatura muerta. No hay guía sobre cómo llorar a un hijo que no llegó a respirar.
Y por supuesto, tampoco hay mención para la madre sin criatura. Porque para ese sistema, si no hay bebé, no hay maternidad.

III. La madre sin nombre

En muchos países, si abortas antes de ciertas semanas, no eres legalmente madre. No puedes registrar. No puedes poner nombre. No puedes hacer duelo oficial. Lo que se pierde se pierde también del lenguaje. No hay categoría. Solo tú, tu cuerpo, tu memoria, y un silencio forzado.
Y el modelo espiritual de Gray —con toda su parafernalia de empoderamiento uterino— replica esa invisibilización. Es tan limpia la estética de sus propuestas que la muerte no puede entrar. Ni la muerte pequeña, ni la simbólica, ni la real. Que no manche. Que no interrumpa la visualización guiada.

IV. Antropología de la negación

En muchas culturas antiguas, el aborto espontáneo o ritual tenía lugar en ceremonias comunitarias: la mujer era rodeada, bañada, cantada, nombrada como madre de alma. Porque el útero es archivo, y lo que se gesta, aunque no nazca, se inscribe.
Hoy, sin embargo, ni la ley ni los nuevos cultos blandos reconocen esa inscripción. Es como si la pérdida doliera menos por no tener DNI. Como si la maternidad exigiera certificado.

“El útero que ha albergado vida, aunque efímera, no vuelve a ser el mismo. Pero hay sistemas espirituales que prefieren que lo creamos estéril de memoria.”
Inéditos de la Escuela de Brujería Encarnada, Arcane Domus.

V. ¿Y la señora Gray?

Una no puede evitar preguntarse si esta omisión tan sistemática del aborto, del duelo, de la sangre que no sirve para rituales felices, proviene de desconocimiento... o de estrategia de marca.
Porque sí: vender sanación menstrual es mucho más rentable cuando se omiten los temas que ahuyentan a las clientas sensibles.
¿Cómo se incluye el aborto en una rueda de bienestar sin que baje la vibración del negocio? Fácil. No se incluye. Se silencia. Se elimina. Se disimula entre fases decorativas.
Claro, si una facilitadora se pone a hablar de bebés muertos, de coágulos que fueron hijos, de noches sin tumba, ¿quién querría repetir el retiro en Glastonbury con pastel de luna?

VI. A las que sangraron sin nombre

Este texto es para ti, que sangraste y nadie lo nombró. Para ti, que abriste el cuerpo y te dijeron que no eres madre. Para ti, que tuviste que enterrar sin tumba, soltar sin nombre, parir en silencio.
Tu útero tiene memoria. Tu sangre tiene archivo. Tu criatura existió.

Y que Gray no te mencione no te borra.
Al contrario: la deja a ella fuera del ritual.

VII. Ritual de reparación

Si has vivido un aborto, sea espontáneo o elegido, no eres menos madre. Eres más humana. Has atravesado un umbral que muchas no nombran por miedo. Y ese umbral no es una desviación de la rueda: es su vértice más sagrado.
Coloca hoy una vela negra. Ponle un nombre. O no. Escribe. Cava. Llora. Escupe. Nombra lo que se perdió. Hazlo en tu lengua, en tu cuerpo, como puedas.
Que tu criatura no haya nacido no significa que no haya sido. Que no haya voz institucional no significa que no haya canto.
Nosotras cantamos contigo. Aunque Gray no lo haga.

Este texto te dolió porque dice lo que muchas callan.
Aquí tienes otra verdad que no cabe en el altar de las wiccanas de catálogo.

Y eso es todo por ahora...
Pero las heridas abiertas aún cantan.
Y no callaremos hasta que el canto llegue a todas las que sangraron sin nombre.





Soror Velkra

Cazadora de falsas lunas · Exorcista de la espiritualidad de boutique · Glastcutter oficial de Arcane Domus

“No vine a enseñarte nada. Vine a devolverte lo que te quitaron mientras te hacían creer que sanabas.”


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