LA HECHICERA Y EL ASNO: Misterios de Apuleyo revelados
“El asno no era burla: era el camino.”
Todo iniciado debe aprender a ser bestia antes de merecer alas. Esa es la verdad incómoda que atraviesa El asno de oro (Metamorfosis) de Apuleyo, un texto que aparenta fábula grotesca y sin embargo oculta, bajo el disfraz de lo obsceno y lo burlesco, un mapa iniciático. Quien quiera leerlo solo como sátira, allá él; quien lo lea como quien abre un templo velado, entenderá que su autor —iniciado en los Misterios antiguos isíacos— nos ofrece en clave narrativa el tránsito del alma que desciende a la animalidad y retorna transfigurada al seno de la Diosa (cf. Witt, Isis in the Graeco-Roman World, 1971).
Panfila y Fotis: guardianas y mediadoras del umbral
En los primeros libros nos encontramos con Panfila, la hechicera metamórfica. La tradición la vincula a las magas tesalias, aquellas capaces de “arrancar las estrellas del cielo” (Horacio, Epodos, V). Pero Apuleyo no se limita al cliché: la describe con la solemnidad de un hieros logos, un “relato sagrado”:
“Se despoja de todas sus vestiduras, abre un cofre con numerosos frascos y elige uno. Untándose con el contenido desde la punta de los pies hasta el cabello, repentinamente su carne empieza a cubrirse de plumas, los dedos se curvan en garras y la nariz se alarga en pico” (Metamorfosis, III, 21).
Esta escena, que la crítica ligera llama “superstición vulgar”, es un rito de transfiguración corporal. Panfila no es caricatura; es hierofante del cuerpo que deja de ser límite para convertirse en tránsito entre lo humano y lo divino.
A su lado aparece Fotis, la sirvienta y amante de Lucio. No posee el dominio del arte, pero actúa como mediadora erótica: abre al protagonista la puerta del conocimiento prohibido, no por disciplina, sino por deseo. Es Fotis quien le entrega el ungüento equivocado, desencadenando la metamorfosis fallida. Su torpeza no es mero accidente: encarna el peligro del acceso mal guiado, del iniciado que busca alas por lujuria y no por vocación mistérica.
El descenso del iniciado
Lucio, dominado por el deseo, intenta imitar el rito sin comprenderlo. En vez de volar como un ave, cae a la animalidad del asno, carcasa grotesca y humillante. No hay moralina aquí: hay un descenso ritual. Plotino hablaría de la “inmersión del alma en la materia sin forma” (Enéadas, IV.8). Apuleyo, en cambio, nos lo cuenta con lodo, golpes y hambre.
El humor, lo escatológico, lo absurdo: no son mero recurso narrativo. En los Misterios antiguos, lo grotesco servía para disolver el ego y confrontar al iniciado con su propia desnudez existencial (Burkert, Ancient Mystery Cults, 1987). La risa, como la metamorfosis, desarma y prepara.
Isis: la totalidad reconciliadora
El viaje se cumple cuando Isis se le aparece en sueños:
“Yo soy la madre de todos los seres, la señora de todos los elementos, el origen primero de los siglos, la más excelsa de las divinidades, la reina de las sombras, la primera de los celestiales” (Metamorfosis, XI, 5).
Apuleyo, en el libro XI, traslada la experiencia mistérica con un tono que recuerda a los himnos órficos. Isis no es un simple “final feliz”: es la revelación de que lo animal, lo humano y lo divino pueden reconciliarse en un mismo cuerpo. Lucio deja de ser un hombre vano para convertirse en un homo sacer, un iniciado isíaco.
Las brujas desaparecen cuando la lección está aprendida. No eran el castigo, sino las guardianas del umbral. El asno no era burla, sino tránsito. La vergüenza, el hambre y el dolor fueron la alquimia necesaria para merecer las alas que buscaba desde el inicio.
El asno de oro no es novela cómica. Es un texto de Misterios disfrazado de cuento. Quien lo lea con la mirada velada de los antiguos verá lo que se esconde bajo la carcasa de lo risible: la cartografía del alma que desciende, se disuelve y renace.
Recorrido simbólico
Lucio atraviesa tres estados que resuenan en toda praxis iniciática: el descenso (metamorfosis en asno y vida animal), la disolución (el vagar humillado y la pérdida del yo), y la reintegración (la epifanía de Isis y la aceptación del nuevo destino). Un mapa que nos recuerda que ninguna transfiguración ocurre sin atravesar el polvo.
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Helena V. De Lorme
“Allí donde el mito calla, la historia susurra.”
Historiadora de religiones · Especialista en Cultos Mistéricos y espiritualidades femeninas. Miembro fundador de Arcane Domus
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